jueves, 5 de julio de 2012

Una mirada hacia el “combate a la violencia en los estadios”: Negocio Seguro



“La idea es eliminar las barras organizadas y que el aliento sea espontáneo”. Con esa frase fue inaugurado el plan “Estadio Seguro”, conjunto de medidas y restricciones sin precedente alguno en el fútbol chileno, que ha revolucionado la convivencia al interior de los recintos deportivos. ¿Por qué surge ahora un plan de estas características y no antes? ¿Combate efectivamente el problema de la violencia en los estadios? ¿Cuáles son los objetivos reales del programa? Conversamos con un sociólogo, un ex dirigente, un ex líder de barra y éste fue el resultado.
Por José Miguel Sanhueza y Raúl Andrade
Seis de diciembre del año 2000. Colo Colo, alejado de la pelea por el título, juega ante O’Higgins en el Estadio Monumental. Era un partido más para los albos hasta que en el sector norte de la tribuna se vivió una de las situaciones más brutales que recuerde el hincha chileno. Sandor Voisin, más conocido como “Barti”, extrajo un cuchillo de su ropa y apuñaló al entonces líder de la “Garra Blanca”, Manuel Saavedra (“Huinca”). La imagen dio vuelta al mundo y hasta hoy sigue en el imaginario futbolero.
Una década después nace “Estadio Seguro”, programa que ha saltado a la palestra por las inéditas medidas que ha implementado en las canchas del fútbol chileno. Un conjunto de acciones dispersas se profundizan y adoptan la fisonomía de una estrategia política, con el rostro principal del ingeniero comercialCristián Barra. El operador político, ligado a RN, desde el comienzo hizo explícitos los objetivos del programa: “La idea es eliminar a las barras organizadas y que el aliento sea espontáneo”.
EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA
La violencia en los estadios, así como la existencia de barras bravas, no constituyen fenómenos nuevos. ¿Por qué se posiciona ahora, y no antes, la necesidad de “combatir la violencia en los estadios” y de “disolver las barras”?
“La violencia en el fútbol siempre ha existido. El punto es cuán organizada y recurrente sea”, opina el sociólogo Eduardo Santa Cruz, autor de numerosas publicaciones acerca del fútbol como fenómeno social y cultural. Lo cierto es que durante la mayor parte del siglo XX,  la violencia en este deporte constituyó un hecho excepcional en Chile. Por el contrario, según señala Santa Cruz, hasta los 70’ el hincha nacional tenía una actitud más bien de espectador, y eso no le gustaba a la élite que manejaba el fútbol. “Siempre surgía el lugar común de que ‘Chile da ventaja de local’ debido a no tener barristas como los uruguayos o argentinos”, agrega.
Es así como se va gestando en los 80’, una transformación en la fisonomía del hincha y de las barras organizadas. En los años previos al plebiscito que definiría la continuidad de la dictadura de Augusto Pinochet, surgieron agrupaciones de jóvenes que rompieron con las “barras oficiales” de sus respectivas instituciones. La creación de la “Garra Blanca” de Colo Colo, en 1986, fue seguida un año más tarde por “Los de Abajo”, en Universidad de Chile, sirviendo de modelo para otros clubes. Un nuevo tipo de hincha, que vocifera, canta, insulta y grita todo el partido. Uno que, en definitiva, adquiere un protagonismo aparte en el estadio.
Esta nueva actitud se transforma en violencia durante la década de los 90’. Felipe Muñoz, miembro de la Coordinación de la “Garra Blanca” durante 2002 y 2004, cuenta que “en ese tiempo no existían otros espectáculos que aglutinaran tanta gente y juventud, una masa que se conociera. No había nada más que el fútbol”. Las barras, único espacio de encuentro para personas socialmente marginadas, trasladaron la precaria condición social de muchos que no tenían otro espacio de manifestación que los espectáculos deportivos.
Sin embargo, el crecimiento de las barras está lejos de ser un fenómeno espontáneo. “Las barras siempre han sido financiadas por los clubes, muchas veces siendo brazo armado de los dirigentes. Lo mismo con los políticos, varios de los que las manejan siempre han trabajado en campañas, su negocio es mover gente” explica Muñoz. Éste agrega que las barras proveyeron de gente a los partidos políticos para operar las campañas en la calle, sobre todo después del arresto de Pinochet en 1998. “Ahí la UDI se dio cuenta que no tenía gente para esto, sino puras viejas”, relata el barrista.
El testimonio del ex presidente de la Corporación de Fútbol de la Universidad de Chile, Dr. René Orozco, resulta especialmente gráfico de este nexo entre barristas y políticos. “Se ha dicho que yo prácticamente inventé a ‘Los de Abajo’, pero en la prensa salieron fotos del diputado Alberto Espina regalándoles el bombo en 1989, dos años antes de que yo llegara. El ‘Beto’, uno de los líderes históricos, se compró la camioneta pintando Ñuñoa para la derecha. Y así hay más casos”, recuerda Orozco.
Con la llegada del siglo XXI, el modelo de Sociedades Anónimas Deportivas aterrizó en el fútbol nacional, promovido por el conjunto de la clase política. Destaca entre sus principales patrocinadores el que después sería accionista de la concesionaria administradora de Colo Colo (Blanco y Negro S.A.), y luego Presidente de la República, Sebastián Piñera. Un aspecto fundamental de esto fue la gestación de un “nuevo trato”, entre la nueva dirigencia gerencial de los clubes y sectores estratégicos de las diferentes barras, que permitiera hacer viable socialmente la entrada de estas empresas.
El trato fue claro: numerosas prebendas a los barristas (entradas gratis, espacios, containers para guardar lienzos, viajes pagados, etc.) a cambio de mantener la tranquilidad en los estadios; además de constituirse, en no pocas ocasiones, como “brazo armado” contra liderazgos disidentes. Ejemplo de esto fue la agresión perpetrada por integrantes de la Garra Blanca, contra el ídolo colocolino Marcelo Barticciotto, el 2010, tras la inscripción de la lista “Colo Colo de Todos”, en la última elección del Club Social y Deportivo Colo Colo. Este nuevo trato fue la puerta de entrada al panorama actual en los estadios, tal como explicó el ex Presidente de la concesionaria alba, Gabriel Ruiz-Tagle, en “El Mercurio” del 10 de abril pasado. “Teníamos que desterrar la violencia, de otra manera no teníamos la posibilidad de que Blanco y Negro funcionara”, declaró Ruiz-Tagle.
¿POR QUÉ AHORA?
Los primeros meses de implementación de “Estadio Seguro” han revolucionado la convivencia en las canchas nacionales. Las fuertes medidas de represión han sido recibidas de forma conflictiva por los barristas y por el hincha común en general, ambos puestos en el mismo saco a la hora de ser acuciosamente revisados por Carabineros. A lo anterior se han sumado caricaturescos excesos, como prohibir el ingreso de paraguas en partidos realizados con lluvia, o no permitir el ingreso de los bombos y trompetas de la conocida y tradicional “Bandita” de Magallanes.
¿Por qué surge este plan ahora? Santa Cruz propone una hipótesis: “estas barras, que le sirvieron por mucho tiempo a los privados que manejan el fútbol, ahora les están echando a perder el negocio. Se les escaparon de las manos. El grado de autonomía que adquirieron fue demasiado grande y ya no los pueden controlar”. Las palabras de Felipe Muñoz ponen fecha a dicha tesis, estableciendo como hito fundacional el “bengalazo”, protagonizado por un sector de la barra de Universidad de Chile, en un partido contra Deportes Iquique a comienzos de año. “Ahí los políticos y dirigentes se dieron cuenta de que para combatir una S.A., lo que mejor funciona es suspender un partido, luego se suspende un estadio. No hay donde jugar y, por tanto, no hay negocio. Se abrió una puerta para apretarlos, y ellos quieren cerrar esa puerta”, agrega el barrista.
Más categórica aún es la lectura que realiza el Dr. René Orozco: “A las Sociedades Anónimas lo único que les interesa es vender todo el estadio abonado, tal como lo hace el Real (Madrid) y el Barcelona. Es un juego de los dueños del dinero, que son los mismos que lucran también con otros aspectos de la vida, como por ejemplo la educación”. El galeno también considera que es en este contexto que se ha “inflado” el tema de la violencia, provocado también en buena medida por los mismos dirigentes, a partir de entradas excesivamente caras.
DICTADURA DEL FÚTBOL
Una de las principales críticas que se ha planteado sobre “Estadio Seguro” es que prácticamente supone de entrada que todo hincha es un delincuente en potencia. Es una detención por sospecha masiva, ya que revisan a todas las personas que entran al recinto, no sólo a las barras. El programa crea una especie de dictadura al interior, donde los carabineros tienen poder absoluto. Santa Cruz reafirma esta idea señalando que “es un estado policial inconstitucional ¿A qué va a venir ‘la familia’ al estadio? ¿A sufrir estas vejaciones?”.
¿Enfrenta finalmente “Estadio Seguro” la violencia? A juicio del sociólogo “lo que hace realmente el programa es correr la violencia donde no se vea”. Y claramente eso se puede comprobar en situaciones como el hincha apuñalado de Unión Española, o la muerte de un colocolino a manos de simpatizantes de la U. de Chile. Todos estos sucesos ocurrieron fuera de recintos deportivos, alejados de la “exitosa” estadística del plan. En un sentido similar, René Orozco confirma esta idea afirmando que “la violencia no está en los estadios, está en la población, está en la calle.”
En definitiva, las voces entrevistadas parecen coincidir en un aspecto: el eje de la violencia no es el fútbol, es la sociedad. ¿Cómo se enfrenta esto? “La única forma es tratar a los hinchas como seres humanos” señala Orozco. Profundizando esta idea Santa Cruz agrega que “hay que revisar el exitismo como modelo de sociedad, tener otra manera de ver el espectáculo, donde no existen los partidos de vida o muerte”. Muchas son las aristas de este debate, una discusión cuya magnitud y complejidad supera al simple acto de desterrar por decreto, el colorido y el bullicio de los estadios.
 Fuente:  Revista Bello Público Junio 2012 www.bellopublico.cl

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