jueves, 28 de noviembre de 2013

Ese muchacho muerto (Camilo Agudelo 1990 - 2013)

Por: Margarita Isaza Velásques
Periódico De La Urbe No 66 - Facultad de Comunicaciones - Universidad de Antioquia


Tenía 23 años. Era hincha fiel y resignado del Medellín. En los partidos entre amigos jugaba de lateral derecho. Había viajado por Suramérica, a pie, en tren, en bus, de frontera en frontera, hasta llegar a Argentina. De camino a Córdoba se enteró del torneo Copa América Alternativa y le escribió al equipo Colonia Caroya para que lo dejaran jugar. Un día, con un litro de cerveza en la mano, así como puedo verlo en una fotografía, llegó al entrenamiento y se ganó el corazón de los demás futbolistas. Lo vieron como a un niño sonriente, de pelo largo, desaliñado, y dispuesto a compartir. Ese era el motivo de su viaje: conocer a otros, entenderlos, aprender de ellos.

Bruno escribió esa historia en el blog de Hinchas Críticos Libertarios, un colectivo de muchachos que juegan fútbol y pertenecen a movimientos estudiantiles de toda Latinoamérica. Fue lo único que pude encontrar sobre él, sobre su vida, no sobre su muerte. El muchacho se llamaba Juan Camilo Agudelo Posada y era estudiante de octavo semestre de Sociología en la Universidad de Antioquia. No pude saber dónde vivía, cuál era su comida favorita o qué libros le gustaba leer. Pero lo imagino. Puedo suponer que le apasionaban la política y los temas sociales, puedo suponer que era un inconforme y que se enojaba cuando le quitaban la razón. Lo veo caminando por los pasillos del bloque 9, y también reunido en la Asamblea Estudiantil como uno más que interviene y vota. Lo veo inquieto, aquí y allá, tratando de hacer algo para luchar por sus ideales. Pero no sé cuáles eran sus ideales.

Él murió el 30 de octubre, antes del mediodía. Dicen que una papa bomba se le explotó entre las manos en la Universidad Nacional. Dicen que él la fabricaba. Dicen que él era un encapuchado. Todo concuerda. Pero no era, como también dicen, un terrorista, porque el mal de las papas bombas, pese a los accidentes, no va dirigido contra la población civil. Juan Camilo, escribo su nombre y veo —por fin— su rostro, era un resultado de la variable formación política que obtenemos, no en aulas, cafés y debates, sino a fuerza de bombazos, corrupciones y luchas armadas.

Las papas bombas, los encapuchados, son la forma más tradicional de protesta en la Universidad de Antioquia. En los últimos años, de esa herramienta no han quedado más que muchachos muertos o mutilados. Las conquistas han sido pocas. La palabra, que siempre dirime los conflictos, se recupera por momentos pero vuelve a perderse cuando algunos, los bandos en que nos dividimos, recurren de nuevo a los armados, sean de un lado los “capuchos” o, del otro, las fuerzas de seguridad del Estado.

Juan Camilo, a sus 23 años, en una búsqueda personal y colectiva, quedó atrapado en medio del fuego. Era el hijo de alguien, el hermano de alguien, el sobrino favorito de alguien, el novio de alguna muchacha que lo quería. Me duele su muerte y me duele el silencio. Celebro que él haya tenido el valor para creer en una idea y morir por ella; lamento que un arma le haya ganado la vida y nos haya dejado a todos sin discutir lo que pasó. Esa cultura política en la que nos hemos formado nos lleva a la ligereza de comentar que su muerte estaba bien justificada, que ese muchacho era —como tantos otros— un problema irresoluble para la universidad pública, que él era un potencial asesino, un bruto y, sencillamente, no pensaba. Esa ligereza, multiplicada en medios de comunicación y redes sociales, le puso candado al debate irregular de por qué hay gente armada en las instituciones educativas, qué piden o qué quieren y qué significa que se cubran el rostro.  

¿Y ahora qué sigue? Tal vez más jóvenes muertos, tal vez el Esmad como Pedro por su casa, tal vez un paro que se resuelve, una protesta por nuevos motivos, unos directivos universitarios que juegan a la sordera, una comunidad académica cada día más callada y estéril... Lo que le pasó a Juan Camilo puede servir ahora para llamar a la palabra, para que las voces hablen, con o sin capucha, y sean escuchadas, para que volvamos a pensar en cómo discutimos y cuáles son nuestros argumentos, para que las ideas ya no desaparezcan.


lunes, 25 de noviembre de 2013

Algunas cosas que aprendí del fútbol

Por: Edgar Piedrahita

Pasan los días, se acerca el Mundial y el sistema vuelve a relucir las cosas más horribles del fútbol. Los empresarios, los dirigentes y los futbolistas-estrella se vuelven materia diaria de cubrimiento mediático en esta suerte de “circo del rock and roll” que es el fútbol-negocio. ¿Alguien habla de innovaciones técnicas, de cambios en la táctica y en la forma de jugar? ¿alguien resalta aquella jugada hermosa, aquel sacrificio heroico, este regate espectacular, la atrapada de dicho arquero? Nada, un enorme silencio en torno al juego en sí, y una bullaranga en torno a lo que lo rodea: cuánto podrá ganar este jugador, qué jeque compró qué nuevo club, la nueva camiseta de Adidas o los nuevos guayos de Puma. Llevo más de 20 años de hincha, y gracias al fútbol recibí mi primer bolillazo, aprendí a amar a mi barrio y reafirmé mi conciencia de clase. He recorrido carreteras, aguantado hambre, peleado en la calle y soportado soles caniculares por culpa del amor a mi club y a un juego que es profundamente nuestro: es la calle, de la clase obrera, del pueblo que trabaja, lucha y se levanta.

Por eso me duele profundamente que este juego del que nos enamoramos y que hace ya parte definitiva de nuestras vidas sea cada día más ajeno a nuestras calles y a nuestros barrios. El gran capital, omnívoro y depredador, lo está devorando y lo convierte en algo distinto a esa vieja tradición que los obreros ingleses del Ferrocarril del Magdalena nos legaron hace ya un buen puñado de años.

Por eso, porque para muchos la consigna “Odio eterno al fútbol moderno” no es una frase vacía, es que me atrevo a compartirles estas breves cuestiones que aprendí en torno a un balón y dos arcos, y que son perfectamente aplicables a la lucha revolucionaria y al trabajo diario de quienes peleamos por un nuevo país.

1. Hay que estar en la buena y en la mala. Cuando goleás al rival de patio y hay tiempo para la burla y la humillación, y también cuando ese equipito que nadie conoce te embarra la tarde y te golea sin clemencia.

2. La lluvia, el calor y el hambre son cosas perfectamente pasajeras si de seguir los colores se trata. Quejarse de ellas es propio de los pobres de corazón. Siguiendo este orden de ideas, alentar bajo granizo después de una cola de tres horas bajo un sol canicular, y con el estómago extrañado desayunos y almuerzos, es apenas una muestra de que te podés contar entre los imprescindibles, que sos parte de la sal de la tierra.

3. El árbitro representa la autoridad, el poder y el Estado. Nunca nada con el árbitro, ni un aplausito cuando sin querer falla a favor de tu club. Recuerda que con la autoridad no se coquetea, mi amigo, ella es mala por naturaleza.

4. No hay nada más despreciable que el hincha por resultado. El que sólo está cuando las cosas van bien, o el que vive pendiente de triunfos cuyo espíritu no construye, son miserables oportunistas que merecen rechazo.

5. Los golpes son eso, golpes. Están hechos para que nos repongamos y nos hagamos más fuertes.

6. Para que haya triunfo debe haber trabajo gris. Quien desconfía del trabajo gris y vive sólo pendiente de los momentos de brillantez, es un oportunista. Por eso, aprecia y valora siempre a los que hacen el trabajo gris.

7. Siempre podrá existir una eventual gambeta de más. Por ello evita los excesos de confianza. Al único exceso al que se tiene derecho, es al exceso de amor por los colores y por la causa última.

8. Siempre estilo Maradona, nunca estilo Pelé. Los vendidos y acomodados nunca tendrán lugar bajo el cielo de los justos.

9. Siempre estilo Menotti, nunca estilo Bilardo. El triunfo por el triunfo no es válido. A la meta se ha de llegar con el convencimiento de que se hace lo conveniente por la vía conveniente.

10. A lo anterior hay que sumarle que la vía conveniente implica también la estética conveniente. El juego y la lucha son actos estéticos, solo hay que preguntarle a Garrincha, Bochini, Panenka, Sócrates, Cabañas o Higuita.

11. El momento del error es el momento más doloroso de todos. Pero deja de serlo cuando la tribuna te apoya con lealtad y camaradería. Estos son los valores más importantes que pueden existir.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nos falta uno aún (Camilo Agudelo 1990 - 2013)

Homenaje a la memoria de Camilo Agudelo hecho por los muchachos de Pelada de Esquerra Futebol Clube, equipo que reúne jugadores que participan en los movimientos estudiantiles, sindicales, sociales y partidos de izquierda de Río de Janeiro y otras localidades.





"Nos falta uno aún"



(En honor a Juan Camilo Agudelo Posada, 1990-2013)

Quien ha jugado un partido en su vida ha oído esa frase, cuando falta un jugador para completar los tiempos en el campo. Hoy esta frase gana un nuevo sentido. 

En ese momento era la primera Copa América Alternativa y Camilo Agudelo nos contacta por correo electrónico diciendo que quería participar en el torneo pero iría solo y estaba sin equipo. Intercambiamos varios e-mails y acordamos que él jugaría en nuestro equipo en Colonia Caroya. Y así se fue, de Antioquia (Colombia) a Córdoba (Argentina), incluso sin dinero. La mitad del continente en numerosos autobuses, trenes y paseos. Llegó en el momento justo.

La imagen más impactante fue pronto, en su primer contacto con el equipo. Un niño con el pelo largo, desaliñado, relajado, tan pronto como llegó al país estaba con una botella de 1 litro de Quilmes en la mano y me preguntó con una sonrisa en su cara: "Eres Bruno?". Juego de lateral izquierdo y apaciguó nuestra aflicción:  ya no faltaba uno, el equipo estaba completo. 

Contó historias, nos divertimos, bebimos, intercambiado impresiones sobre nuestras luchas y nuestros países. Y, al final, nos divertimos con la pelota.

Hoy, hemos tenido la triste noticia de la muerte de Camilo, mientras manipulaba explosivos en la Universidad de Antioquia, posiblemente preparándose para otro de los enfrentamientos entre estudiantes y el aparato policial del estado colombiano en las recientes manifestaciones por una salud pública y de calidad.

Más que nunca, hoy "nos falta uno aún". Sin embargo, si alguien nos pregunta por Camilo Agudelo, el lateral izquierdo, responde en voz alta:

PRESENTE!