lunes, 25 de noviembre de 2013

Algunas cosas que aprendí del fútbol

Por: Edgar Piedrahita

Pasan los días, se acerca el Mundial y el sistema vuelve a relucir las cosas más horribles del fútbol. Los empresarios, los dirigentes y los futbolistas-estrella se vuelven materia diaria de cubrimiento mediático en esta suerte de “circo del rock and roll” que es el fútbol-negocio. ¿Alguien habla de innovaciones técnicas, de cambios en la táctica y en la forma de jugar? ¿alguien resalta aquella jugada hermosa, aquel sacrificio heroico, este regate espectacular, la atrapada de dicho arquero? Nada, un enorme silencio en torno al juego en sí, y una bullaranga en torno a lo que lo rodea: cuánto podrá ganar este jugador, qué jeque compró qué nuevo club, la nueva camiseta de Adidas o los nuevos guayos de Puma. Llevo más de 20 años de hincha, y gracias al fútbol recibí mi primer bolillazo, aprendí a amar a mi barrio y reafirmé mi conciencia de clase. He recorrido carreteras, aguantado hambre, peleado en la calle y soportado soles caniculares por culpa del amor a mi club y a un juego que es profundamente nuestro: es la calle, de la clase obrera, del pueblo que trabaja, lucha y se levanta.

Por eso me duele profundamente que este juego del que nos enamoramos y que hace ya parte definitiva de nuestras vidas sea cada día más ajeno a nuestras calles y a nuestros barrios. El gran capital, omnívoro y depredador, lo está devorando y lo convierte en algo distinto a esa vieja tradición que los obreros ingleses del Ferrocarril del Magdalena nos legaron hace ya un buen puñado de años.

Por eso, porque para muchos la consigna “Odio eterno al fútbol moderno” no es una frase vacía, es que me atrevo a compartirles estas breves cuestiones que aprendí en torno a un balón y dos arcos, y que son perfectamente aplicables a la lucha revolucionaria y al trabajo diario de quienes peleamos por un nuevo país.

1. Hay que estar en la buena y en la mala. Cuando goleás al rival de patio y hay tiempo para la burla y la humillación, y también cuando ese equipito que nadie conoce te embarra la tarde y te golea sin clemencia.

2. La lluvia, el calor y el hambre son cosas perfectamente pasajeras si de seguir los colores se trata. Quejarse de ellas es propio de los pobres de corazón. Siguiendo este orden de ideas, alentar bajo granizo después de una cola de tres horas bajo un sol canicular, y con el estómago extrañado desayunos y almuerzos, es apenas una muestra de que te podés contar entre los imprescindibles, que sos parte de la sal de la tierra.

3. El árbitro representa la autoridad, el poder y el Estado. Nunca nada con el árbitro, ni un aplausito cuando sin querer falla a favor de tu club. Recuerda que con la autoridad no se coquetea, mi amigo, ella es mala por naturaleza.

4. No hay nada más despreciable que el hincha por resultado. El que sólo está cuando las cosas van bien, o el que vive pendiente de triunfos cuyo espíritu no construye, son miserables oportunistas que merecen rechazo.

5. Los golpes son eso, golpes. Están hechos para que nos repongamos y nos hagamos más fuertes.

6. Para que haya triunfo debe haber trabajo gris. Quien desconfía del trabajo gris y vive sólo pendiente de los momentos de brillantez, es un oportunista. Por eso, aprecia y valora siempre a los que hacen el trabajo gris.

7. Siempre podrá existir una eventual gambeta de más. Por ello evita los excesos de confianza. Al único exceso al que se tiene derecho, es al exceso de amor por los colores y por la causa última.

8. Siempre estilo Maradona, nunca estilo Pelé. Los vendidos y acomodados nunca tendrán lugar bajo el cielo de los justos.

9. Siempre estilo Menotti, nunca estilo Bilardo. El triunfo por el triunfo no es válido. A la meta se ha de llegar con el convencimiento de que se hace lo conveniente por la vía conveniente.

10. A lo anterior hay que sumarle que la vía conveniente implica también la estética conveniente. El juego y la lucha son actos estéticos, solo hay que preguntarle a Garrincha, Bochini, Panenka, Sócrates, Cabañas o Higuita.

11. El momento del error es el momento más doloroso de todos. Pero deja de serlo cuando la tribuna te apoya con lealtad y camaradería. Estos son los valores más importantes que pueden existir.

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