jueves, 10 de octubre de 2013

Jugar al fútbol en la guerrilla colombiana

Por: Estewil Quesada Fernández - Asociación Colombiana de Periodistas Deportivos
La celebración más corta en la tierra del histórico gol 15 de Ronaldo, en campeonatos mundiales de fútbol, se registró en un paraje remoto del Caribe colombiano, a 9.245 kilómetros de Alemania, sede de la Copa FIFA 2006.
Cuando el pase de Kaká, desde mitad de campo, dejó a ‘El Fenómeno’ en mano a mano con el arquero Kington y la pelota cruzó el arco del estadio de Dortmund, rompiendo la marca del mayor artillero que el brasileño compartía con el alemán Gerard Muller, el grito de emoción no pasó de ocho segundos en ese lugar.
Media hora antes, allí, debajo de un frondoso árbol, en busca de sombra, 12 guerrilleros rasos en comisión (con acceso a la población civil), previo permiso de su comandante, instalaron un televisor a blanco y negro de 14 pulgadas que un campesino del corregimiento cercano prestó la mañana de ese martes 27 de junio.
Entre todos instalaron el viejo receptor, con cableado amarrado al árbol y un alambre dulce como antena para obtener la mejor señal. Instantes antes del pitazo inicial, emocionados -a excepción de la guardia-, permanecían sentados sobre troncos y baldes con la gran expectativa del partido por octavos de final.
Pero tantos preparativos se truncaron temprano, justo al minuto 6 de las acciones. Al inicio del festejo por el gol, solo con el primer grito, cuando apenas se levantaban y se aprestaban a abrazarse, se escuchó la voz del comandante, que tampoco veía el partido pero estaba cerca de ellos.
-¡Silencio! ¡Apaguen el aparato de inmediato y llévenlo al dueño! -ordenó-. Con ese escándalo cualquiera nos oye y nos ubica.
“Se nos olvidó la prohibición de festejar y nos mandaron al ‘palo’, castigo que consiste en recoger cada uno de nosotros cinco viajes de leña, 5 tanques de agua (de 20 litros cada uno) y 10 bultos de hojas. Luego tuvimos que apoyar la guardia. Nos veíamos las caras y nos sonreíamos”, recuerda ahora, siete años más tarde, ‘Roncador’, como prefiere identificarse este desmovilizado.
Aún hoy no sabe quién fue el autor del gol, pero sí que era el primero de ese partido, cuyo resultado también desconoce (ganó Brasil 3-0). Y olvidó el rival del seleccionado suramericano (Ghana). Por radio escuchó después algunos partidos y se enteró que Italia levantó la Copa Mundo.
“Nos entusiasmamos por el fútbol. El fútbol nos desconectaba de la guerra. Eso era el fútbol para nosotros: verdadera terapia cuando uno estaba metido en el monte”, dice el ahora perteneciente a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), programa de la Presidencia de la República.
De niño, tras asistir a escuelas y colegios, ‘Roncador’ jugó voleibol y béisbol en su población caribeña, donde nació hace tres décadas y media. Pero desde que conoció el fútbol, actuando como defensor, encontró la actividad que lo apasiona.
Dice que por amenazas de muerte le tocó abandonar su familia, el hogar y su pueblo. Alguien que se enteró de la situación le brindó protección por un tiempo en el monte y allá se quedó convertido en guerrillero.
Su primer contacto con el fútbol lejos de población alguna fue a través de la radio. De noche, los miércoles, seguía el torneo colombiano, con un radio que consiguió y que escuchaba a volumen bajo, metido en el toldo desde las 8:00 p.m. o sentado en una caleta.
Sostiene que la mejor manera de pasar esos días contra su voluntad de no poder regresar a su pueblo fue la de integrarse al grupo de futbolistas del frente guerrillero.
“Cada vez que era posible, se jugaban partidos, especialmente los domingos, en los campamentos o en cualquier lugar. Temprano se recogía agua y leña para quedar libre. Esos eran los mejores días”, dice.
En varias ocasiones le correspondió una tarea que le agradaba, decir estas palabras que aún recuerda, una a una:
- Comandante: estoy aquí solicitando permiso para jugar fútbol.
La respuesta usual del comandante, según ‘Roncador’, era: “busquen el espacio y se juega como siempre: sin escándalos”.
Dice que se buscaba el espacio donde pudieran jugar ocho contra ocho, a veces con árboles gigantes dentro de la improvisada cancha, siempre que arriba estuviera cubierto para no quedar a la vista de los helicópteros. Los fusiles AK 47 y 762 se dejaban cerca, en el suelo, en caso de reacción.
“Se conformaban los equipos equilibrados, a veces con dos mujeres por cada lado, unos con camisetas y otros sin camisetas. Se jugaba con pantaloneta o bóxer y con botas militares. No había tiempo, se fijaba el partido a dos goles y el balón era de microfútbol blanco con pintas negras, que pesaba. Solo una vez se jugó con árbitro, en un torneo relámpago, de un día, cuando se conformaron cuatro equipos de seis jugadores”.
Por esos días, escuchaban por radio la propaganda, que no les gustaba a los superiores, de “… guerrillero, desmovilízate…”, mientras aeronaves lanzaban balones de fútbol a la selva y el monte. Nunca cayó un balón en su campamento.
“El comandante también jugaba en ocasiones. Aunque tenía buen estado físico, en la cancha era uno más de nosotros, solo que se diferenciaba por sus zapatos de juego. Aún hoy recuerdo sus tacos: negros, marca Adidas… Era un fútbol sin técnica, pero era nuestro fútbol, la única diversión”.
Después de cada partido venía el cansón trabajo de dos horas, que realizaban sin molestia: cubrir con hojas la cancha para borrar rastros. “Si había que hacerlo todos los días lo hubiera hecho, con tal de jugar fútbol”.
Un día ‘Roncador’ salió del monte, porque, según sus propias palabras, “no había para soñar”. Y se reincorporó a la vida civil, en otra población diferente a la suya, pero con la tranquilidad para jugar y ver fútbol.
“En el mundial del 2006 le iba a Brasil, porque no estaba Colombia, pero cuando la selección nacional juega, sin excepción, le voy a Colombia, como también sé que todos los que permanecen en el monte”.
En marzo pasado vino hasta Barranquilla, como uno de los desmovilizados invitados por la Federación Colombiana de Fútbol, para el partido amistoso entre Colombia y Camerún. Y feliz lo vio desde la parte alta del estadio metropolitano Roberto Meléndez, al lado de su mujer.
“Me pareció maravilloso ver a mi selección”, afirma el admirador de Falcao García y en el pasado, de Andrés Escobar y ‘Chonto’ Herrera.
‘Roncador’ está en contra de la violencia, incluso en el fútbol y recuerda que hace años en un estadio de la región Caribe le quitaron y quemaron la camiseta que llevaba puesta, la del Nacional, su equipo preferido.
Por falta de boleta, no asistirá este viernes a Barranquilla al partido con Chile y le tocará verlo, como siempre, en su televisor a color de 21 pulgadas en casa.
“Ahora puedo estar tranquilo y ver un partido completo. El fútbol me llena de felicidad. Ahora puedo opinar y gritar, puedo celebrar un gol de mi Colombia sin que nadie me diga que tengo que apagar el televisor”, remata, recordando aquel festejo más corto del mundo de un histórico gol.

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